Islandia

 No se exactamente cuando sentí la necesidad de viajar a Islandia, hace unos años empecé a ver fotos de la isla. Se ponía de moda ir allí, fotógrafos, aventureros, soñadores y románticos la visitaban cada vez más. Luego entró en erupción el volcán de nombre impronunciable Eyjafjallajökull y la locura islandesa se disparó.
Por aquel entonces yo ya me había enamorado de ella, de sus volcanes, sus glaciares, sus tierra yerma, sus fiordos y acantilados, ya soñaba con conocerla en algún momento de mi vida.
Este verano ocurrió y cualquier expectativa que me hubiese hecho quedó totalmente satisfecha y superada. Hice varios viajes, uno interior y otro paisajístico. En el primero me traje un conocimiento personal, como el peregrino a Tierra Santa. En el segundo mi retina se llenó de paisajes de una belleza inconmensurable, sentí la tierra y la fuerza de las aguas del deshielo, el ruido de las cascadas, el calor del vapor y el agua en ebullición, la pestilencia de las emanaciones sulfurosas, el frío cortante en  la cara y el sudor al hacer cumbre en el Kristínartindar (1125), el trecking más bonito que he hecho.
Continuara..